Un cubano de 84 años de edad, cuya identidad prefiere mantener en el anonimato, asegura que siente "gusto" por comer vidrio, en particular las bombillas fluorescentes (luz fría), que devora como si fueran un gran manjar y sin haber causado ningún daño en su organismo hasta la fecha.
"Empecé a comer vidrio con seis años. Cuando me iba movilizado a recoger café, mamá me mandaba dos o tres tubos de luz fría (lámparas fluorescentes) y unos cuantos bombillos. Ella sabía de mi gusto por el vidrio", comentó el entrevistado para justificar su extraña afición. "Nunca he sangrado cuando lo mastico. Cada cual nace con lo suyo"
Esta rareza por engullir vidrio ha llevado a que el sujeto haya sido objeto de innuerables estudios por parte de los médicos de La Habana. "Fui internado en el Hospital Nacional de La Habana" y según refiere el especialista, Dr. Oruandu Odeno Chil, quien encabezó la investigación del caso, "Se le estudió todo el tracto digestivo superior -esófago, estómago y duodeno- sin encontrarle lesiones en las mucosas de dichos órganos. Se le realizaron toda clase de estudios y pruebas, entre ellas la del carbono catorce, la de la rana y la del herpes labial, dando todas ellas un resultado negativo. Esto sólo es explicable porque el sujeto tiene muy buena dentadura y tritura el vidrio hasta hacerlo polvo".
"Me sacaron el jugo del estómago catorce veces, analizaron mi saliva y me investigaron todo. Las pruebas dieron negativas. A los dos meses y cuatro días regresé al hogar a comer más bombillos", recapituló, "No digo mentiras; pueden investigar que todo es cierto".
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